Por Mariel Sofía Rodríguez
Hace poco leía esta frase: “si la mente lo ordena el cuerpo obedece”, al parecer resulta un mantra muy efectivo, sin embargo cuando hablamos de correr debemos aceptar que como todo en la vida, existen ciertos matices.
Correr no es fácil, no es siempre divertido, a veces es un deber. Correr conlleva un toque absoluto de responsabilidad y compromiso, y como todo gran esfuerzo duele, y mucho… sin embargo puedo decir con firmeza tras estas duras confesiones, que correr es una de las cosas más gratificantes que nuestro cuerpo, junto a nuestra mente nos puede regalar. Y aunque correr no nos salve de nada, no nos regale salud eterna, no nos haga más jóvenes o más inteligentes, si nos hace libres mental y físicamente, y es allí donde radica la absoluta adicción que tenemos los corredores por el asfalto. Un lugar al que siempre regresamos, en donde inevitablemente nos encontramos nos apoyamos, un lugar en el que sufrimos y celebramos.
La filosofía de vida según el punto de vista del corredor siempre será la de persistir, la de aceptar las lesiones como un aprendizaje, la de bajar el ritmo si es necesario pero sin pensar en detenerse, la de la resiliencia por encima de cualquier cosa. La filosofía del corredor lo llevará siempre a librar y ganar sus propias batallas por encima de las situaciones. Allí reside el instinto de supervivencia, donde los corredores nos refugiamos en nuestra zancada para tomarnos el tiempo necesario, reflexionar y decidir el camino que vamos a seguir.
Para quienes corremos, existen situaciones que fácilmente convertimos en una metáfora basada en los entrenamientos y competencias. Es en esos momentos de trivialidades y angustias, cuando la frase “la vida es una carrera de fondo, y no de velocidad”, toma sentido.
Cuando hablamos de carreras de fondo, nos referimos a la resistencia, al aguante, a la capacidad de distribuir nuestra fuerza y energía por un período largo de tiempo. Se trata de rendir para poder llegar a la meta completamente ilesos, cansados pero dispuestos a enfrentar más retos. Es la sutil cohesión entre la paciencia y la firmeza, esa que no se detiene, y nos permite avanzar.
Todas estas emociones nos embriagan, nos pasean entre momentos en los que nos sentimos empoderados, y otros en los que pensamos que no damos más.
Durante la vida tendremos momentos en los cuales nuestros entrenamientos no serán como soñamos, puede que por una lesión, un período de viaje o por mucho trabajo tengamos que bajar el ritmo de entrenamiento o simplemente parar, y esto la mayoría de las veces nos afecta más de lo que imaginamos, nos costará arrancar será como un nuevo comienzo lleno de dudas y en el que tendremos que poner a prueba nuestra fuerza de voluntad, pero será justamente ese momento el que nos reafirme las ganas y la necesidad de retarnos nuevamente y volver a correr.
Me gusta hablar de las verdades incómodas que nos afectan a todos los atletas, élites o aficionados, de esos momentos no tan estéticos y ni tan agradables, esos en donde también nos embriaga la frustración, donde dejamos de ser maquinas que realizan entrenamientos perfectos a las 5:00am.
Correr nos humaniza, y a su vez nos demuestra que podemos alcanzar la gloria, a pesar de que el camino este lleno de baches. La compasión, la escucha y el ejercicio de humildad siempre deben estar presentes en los atletas sea cual sea el nivel y el momento, solo así se podrá disfrutar plenamente de las bondades de ser adictos al running.
Texto y fotos de: Mariel Sofía Rodríguez
@marielsofiarod
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