La plusmarquista de maratón Ruth Chepngetich sancionada 3 años por dopaje

Escrito por: Patricia Rodriguez

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En el mundo del atletismo, donde los segundos cuentan y los récords se convierten en leyenda, la noticia ha caído como un mazazo. Ruth Chepngetich, la keniana que asombró al mundo al establecer el récord mundial de maratón con 2h09:56 en Chicago 2024, ha sido suspendida por tres años tras dar positivo por hidroclorotiazida (HCTZ), un diurético prohibido. La Athletics Integrity Unit (AIU) ha dictado una sentencia que no solo afecta a la atleta, sino que sacude los cimientos mismos del running de élite.

Cronología de un descenso a los infiernos

La caída de Chepngetich representa el clásico drama griego moderno: de la gloria absoluta al descrédito total en apenas cinco meses. Tras su hazaña en Chicago, donde pulverizó el anterior récord femenino por casi dos minutos, la atleta se sometió a seis controles antidopaje entre febrero y marzo de 2025. El 14 de marzo, la muestra que proporcionó contenía hidroclorotiazida en una concentración de 3.800 ng/mL, una cifra astronómica que superaba en 190 veces el umbral mínimo de notificación de la Agencia Mundial Antidopaje.

Lo que siguió fue un tortuoso proceso donde la verdad se fue develando gradualmente. En su primera entrevista con la AIU el 16 de abril, Chepngetich se mostró perpleja, negando cualquier conocimiento sobre cómo la sustancia prohibida había llegado a su organismo. Entrego voluntariamente registros detallados de sus suplementos y medicamentos, permitió incluso que se clonara el contenido de su teléfono móvil, y aceptó una suspensión provisional que la llevó a retirarse del Maratón de Londres 2025, alegando en ese momento no estar en condiciones físicas ni mentales óptimas.

El punto de inflexión llegó el 11 de julio, cuando los investigadores confrontaron a la atleta con evidencia hallada en su dispositivo móvil que sugería un dopaje intencional. Frente a estas pruebas y ante el hecho de que todos sus suplementos habían analizado negativo para HCTZ, la corredora mantuvo su inocencia pero ya no podía sostener su versión inicial.

Veinte días después, llegó el giro dramático. Mediante una carta a la AIU, Chepngetich «recordó» que dos días antes del control, sintiéndose enferma con sudoración, debilidad y taquicardia, había tomado una pastilla de la medicación de su empleada doméstica sin verificar sus componentes. Adjuntó como prueba la fotografía de un blíster con la etiqueta «Hydrochlorothiazide» claramente visible. Alegó haber olvidado mencionar este incidente en las entrevistas previas.

Una explicación que no convence

La AIU evaluó esta nueva declaración en agosto y la consideró «apenas creíble». Clasificó la conducta de la atleta como «indirectamente intencional» por imprudencia temeraria. Los expertos en antidopaje señalaron las múltiples inconsistencias: la hidroclorotiazida es un fármaco para la hipertensión, no para los síntomas que describía; una atleta de élite difícilmente tomaría un medicamento ajeno sin verificar; y el «olvido» de meses resultaba particularmente sospechoso.

Pero lo más condenatorio vino de la evidencia digital. El análisis de su teléfono reveló mensajes y fotografías relacionadas con sustancias dopantes, incluyendo referencias específicas a testosterona y Anavar, un esteroide anabólico. Había capturas de pantalla y conversaciones sobre protocolos de dopaje que pintaban el escenario de un programa planificado, no de un error accidental.

Inicialmente facing una sanción de cuatro años por negligencia grave equiparable a intención deliberada, Chepngetich finalmente admitió las infracciones, lo que activó una reducción a tres años según la norma 10.8.1 del código antidopaje. Su suspensión, retroactiva al 19 de abril de 2025, le permitirá volver a competir el 19 de abril de 2028. Todos sus resultados posteriores al 14 de marzo de 2025 fueron anulados, aunque su récord mundial de Chicago 2024 permanece oficialmente en los libros, ahora bajo un manto de sospecha permanente.

El diurético que esconde más de lo que muestra

La hidroclorotiazida representa una cara particularmente insidiosa del dopaje moderno. Como diurético clínico utilizado para tratar la hipertensión, su presencia en el deporte de élite obedece a una función específica: enmascarar otras sustancias prohibidas. Al aumentar la excreción de agua a través de la orina, diluye la concentración detectable de esteroides anabólicos, EPO u otros agentes dopantes.

Lo paradójico es que la HCTZ por sí sola no mejora el rendimiento atlético. Al contrario, su efecto diurético puede provocar deshidratación y desequilibrios electrolíticos, factores particularmente contraproducentes en pruebas de resistencia como el maratón. Esto refuerza la teoría de que su uso en atletas de élite responde principalmente a su capacidad para ocultar sustancias más potentes.

La Agencia Mundial Antidopaje establece un umbral mínimo de notificación de 20 ng/mL para la HCTZ, reconociendo que trazas mínimas podrían derivar de contaminación cruzada. Sin embargo, los 3.800 ng/mL encontrados en la muestra de Chepngetich descartan cualquier escenario de contaminación accidental, apuntando más bien al consumo de una dosis completa del diurético.

Impacto en la comunidad runner: entre la decepción y la esperanza

La noticia ha generado una profunda conmoción en la comunidad internacional de corredores. Chepngetich no era solo otra atleta; era un símbolo de excelencia, una inspiración para millones de runners que veían en sus marcas la posibilidad de trascender límites preestablecidos. Su palmarés impresionante incluía el título mundial en Doha 2019, tres victorias en Chicago y plusmarcas tanto en medio maratón como en maratón.

La decepción se palpa en foros especializados y redes sociales, donde corredores aficionados expresan su sensación de traición. Muchos recuerdan que, tras su récord de Chicago, voces dentro del mundo atlético habían manifestado escepticismo, considerando aquella marca de 2h09:56 «demasiado buena para ser verdad». El positivo confirmado parece darles la razón, reavivando el eterno debate sobre la credibilidad de los récords en la era del dopaje sofisticado.

Pero junto a la consternación emerge también un sentimiento de reivindicación. Muchos atletas limpios y entrenadores aplauden que el sistema antidopaje haya funcionado, demostrando que ni siquiera las estrellas más brillantes están por encima de la ley deportiva. Como señaló David Howman, presidente de la AIU, «nadie está por encima de las normas». Este caso envía un mensaje aleccionador a quienes consideren tentar al diablo del dopaje.

Kenia bajo la lupa: Un problema sistémico

El caso Chepngetich trasciende lo individual para convertirse en un síntoma de un mal mayor. Kenia, potencia histórica del atletismo de fondo, acumula más de 140 corredores suspendidos por dopaje desde 2017, la cifra más alta para cualquier nación según datos de la AIU. Esta estadística refleja un problema estructural que amenaza la credibilidad de todo el atletismo keniano.

Las implicaciones son graves. La economía deportiva de Kenia depende en gran medida de la confianza internacional en sus atletas. Cada nuevo caso de dopaje erosiona esa confianza, poniendo en riesgo no solo reputaciones sino también sustentos económicos. Ya en 2022, World Athletics consideró suspender al país de competiciones globales, optando finalmente por darle un voto de confianza condicionado a la implementación de medidas más estrictas.

El gobierno keniano ha respondido creando un comité especial antidopaje y destinando 5 millones de dólares anuales para combatir el problema. Sin embargo, el caso Chepngetich demuestra que los esfuerzos actuales siguen siendo insuficientes para erradicar prácticas profundamente arraigadas.

Lecciones para el futuro del deporte limpio

Paradójicamente, el caso Chepngetich representa tanto un éxito como un recordatorio de los desafíos pendientes para el sistema antidopaje. Por un lado, demuestra que los mecanismos de control pueden detectar y sancionar incluso a las figuras más consagradas. La investigación combinó métodos tradicionales con técnicas modernas como el análisis de dispositivos digitales, mostrando una evolución necesaria en la lucha contra el dopaje.

Por otro lado, revela la sofisticación creciente de los métodos para burlar los controles. El uso de diuréticos como sustancias enmascarantes representa solo una faceta de un problema más complejo, donde atletas y sus equipos buscan constantemente nuevos resquicios en el sistema.

La respuesta debe ser igualmente sofisticada: mayor inversión en investigación, cooperación internacional más estrecha, y especial atención a los países con alta incidencia de dopaje. La educación sigue siendo fundamental, pero debe complementarse con medidas disuasorias efectivas y apoyo real a los atletas que eligen competir limpios.

Al final, la historia de Ruth Chepngetich servirá como recordatorio duradero de que en el deporte, como en la vida, los atajos suelen conducir a destinos no deseados. Su récord mundial permanecerá en los libros, pero su legado estará para siempre marcado por la elección que la llevó a cambiar la gloria eterna por el descrédito temporal. Para la comunidad runner mundial, queda la esperanza de que cada caso así nos acerque un poco más a un deporte donde la limpieza valga más que cualquier récord.

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