Seguir una alimentación rica en azúcares refinados y pobre en ciertos nutrientes puede afectar negativamente el funcionamiento del cerebro. Buscar el equilibrio en el sustento cotidiano es una buena forma de favorecerlo
El cerebro tiene dos grandes misiones: controlar el funcionamiento del cuerpo, y crear y mantener la facultad de pensar, sentir y actuar, todo ello con la finalidad última de la supervivencia. Pero su desarrollo, mantenimiento y funcionamiento dependen en gran medida de lo que se come, y a su vez la conducta alimentaria de la persona y su bienestar se ven influidos por su actividad.
Potenciar la serotonina
En los últimos tiempos ha despertado gran interés la relación del triptófano (uno de los aminoácidos apolares, también llamados hidrófobos) con la formación de serotonina, un neurotransmisor implicado en el control del sueño, estado de ánimo, sensibilidad dolorosa y apetito por los carbohidratos. La velocidad de formación de serotonina en el cerebro parece depender de la concentración de triptófano en la sangre, algo en lo que se puede influir con la nutrición cotidiana.
Así, «una alimentación rica en triptófano y carbohidratos, y pobre en aminoácidos competidores del triptófano pueden favorecer la síntesis de serotonina», explica Francesc Fossas, nutricionista español de reconocida trayectoria y autor de diversas publicaciones sobre el tema. Como la explicación científica tal vez no le diga nada al lector común, el especialista señala en palabras sencillas que «una alimentación saludable que aporte de manera estable y progresiva la energía necesaria y que cubra las recomendaciones diarias de los diferentes nutrientes, será la ideal para la salud del cerebro. A éste le afecta comer mal».
«Diferentes deficiencias y excesos se encuentran detrás de la mayoría de investigaciones que asocian alteraciones de la conducta y alimentación. De allí la necesidad de una alimentación saludable que procure al organismo de todo lo que requiere, evitando así la aparición de problemas y permitiéndole desarrollar sus potenciales», apunta el experto.
Azúcar, vitaminas y estado de ánimo
El azúcar estimula la secreción de insulina, que causa hipoglucemia. Esto induce a las glándulas suprarrenales a segregar cortisol, adrenalina y noradrenalina, y hace que el cerebro segregue glutamato. Todo lo cual favorece un comportamiento hiperactivo y en muchos casos agresivo.
La falta de vitamina del complejo B también ocasiona problemas, tales como trastornos de memoria, confusión y disminución de la concentración; además de inconvenientes emocionales como irritabilidad y depresión. Por eso, una dieta variada, con productos integrales y escasa presencia de productos refinados, es un buen recurso para prevenirlos.
Aliados de una mente ágil
«El modo en que se piensa y se siente depende en parte de lo que se come. Una alimentación que incluya dosis suficientes de los siguientes nutrientes mejora el rendimiento intelectual, la memoria y el estado de ánimo», manifiesta el nutricionista (Cuerpomente, 234).
Estas son algunas de sus recomendaciones alimentarias, para mantener un cerebro despierto:
– Omega-3: Consumir entre 30 y 60 g al día de pescado azul (sardina, salmón, atún, trucha, est.) permiten cubrir las cantidades de este elemento. Estos ácidos grasos, que se hallan en abundancia en el cerebro, regulan la conectividad dentrítica de las neuronas. Para aprovechar mejor su valor nutricional, es preferible prepararlos al horno o a la plancha.
– Triptófano: Este aminoácido esencial es un precursor de la serotonina y de la melatonina, hormona que regula los ritmos de sueño y vigilia. Está presente en quesos, semillas de soya, maní, trigo, arroz, huevos, carnes y pescados .
– Vitamina B1 (tiamina): Las más importantes para la salud cerebral y el sistema nervioso son las del grupo B. Participan en la formación de neurotransmisores y protegen las células nerviosas. La B1 se encuentra en cereales integrales, germen de trigo, legumbres, nueces y semillas de girasol.
– Lecitina: Pertenece a la familia de los fosfolípidos, piezas esenciales de las membranas celulares y de las vainas que rodean las neuronas. La lecitina contiene colina, precursor de la acetilcolina, sustancia clave para muchos procesos cerebrales, como la memoria. También resulta fundamental para que los músculos se contraigan de manera adecuada y para controlar el colesterol. Se halla en las habas de soya, la yema del huevo, el pescado y la carne.
– Polifenoles del té verde: Estos compuestos antioxidantes podrían prevenir el estrés oxidativo del cerebro de forma parecida a como lo hacen los ácidos grasos omega-3. Se ha observado que en poblaciones donde el consumo de té verde es cotidiano, los deterioros cognitivos precoces y las enfermedades neurodegenerativas se retrasan.
La dieta, a través de alimentos ricos en serotonina y su precursor el triptófano, puede ayudar a combatir la depresión y evitar el desarrollo de enfermedades degenerativas. No olvide que la alimentación complementa al tratamiento de medicamentos que le haya prescrito su médico.
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