Si usted presenta sobrepeso u obesidad y ha tomado la firme resolución de deshacerse, lo antes posible, de los kilos que le sobran, podría ser muy tentador confiar en una de las innumerables “dietas milagro”, que prometen una pérdida de peso rápida y fácil. Desafortunadamente, estos programas de alimentación, que están tan de moda, tienden a restrigir de modo drástico el número de calorías diarias que usted debería consumir y se enfocan en la reducción de peso a corto plazo. Por tanto, si usted ha decidido optar por un régimen de alimentación restrictivo, lo más más probable es que recupere buena parte del peso que perdió, al cabo de pocos meses.
Cuando se restringe la ingesta de calorías, después de la pérdida inicial de peso, se activan una series de mecanismos de adaptación biológica. Uno de los más importantes es la sensación de hambre. La necesidad de buscar alimento es un instinto primario muy potente. Usted puede tratar de calmar la necesidad imperiosa de comer, tal vez, tomando agua o haciendo ejercicio, pero es muy difícil ignorarla permanentemente.
Para explicar la “incomodidad y el mal humor cuando se tiene hambre” un equipo de investigadores, relacionados con el área de la neurociencia del Janelia Research Campus del prestigioso Instituto Médico Howard Hughes en Virginia, EE.UU., lograron alcanzar una zona profunda del cerebro de ratones de experimentación a través de una sonda muy delgada que tiene en un extremo un microscopio en miniatura, que utiliza rayos láser, capaz de captar y visualizar imágenes estructurales y funcionales de circuitos neuronales, mediante el uso de marcadores fluorescentes específicos. Mientras se realizaban estos experimentos tan sofisticados y elegantes, los ratones podían moverse libremente.
Los investigadores observaron circuitos específicos de neuronas ubicadas en el hipotálamo de los ratones, que se activaban sólo durante la restricción de calorías y producían señales negativas que estimulaban un comportamiento que denotaba incomodidad y conducía a la búsqueda rápida de alimentos. Estos animales han aprendido, a lo largo de su evolución, que comer disipa ciertas sensaciones negativas. Por otra parte, en los ratones alimentados ad libitum no se observó la activación de estas neuronas. Es importante resaltar que estos circuitos neuronales no están relacionados con los mecanismos de gratificación, que también están involucrados en la conducta alimentaria.
Estos hallazgos, publicados en la prestigiosa revista Nature, indican que la homeostasis de la energía depende, en parte, del alivio de las señales negativas e incómodas que se producen durante el hambre, un mecanismo de alerta que genera una respuesta condicionada aprendida que estimula la búsqueda de alimentos y que ha estado presente a lo largo de la evolución de los animales y de los seres humanos, para garantizar su supervivencia. Los resultados de este estudio explican las emociones negativas y el mal humor que experimentan las personas cuando se someten a dietas que restringen de modo radical el consumo de calorías.
La restricción de calorías disminuye el gasto energético
Mientras usted hace su mejor esfuerzo para cumplir con las exigencias de una dieta que reduce de modo radical el consumo de calorías, es de esperar que, con mucha frecuencia, se sienta hambriento y de mal humor. Por otra parte, su gasto energético o tasa metabólica disminuye, ya que la respuesta fisiológica de su organismo es quemar menos calorías, para poder conservar energía y asegurar su supervivencia. Su cuerpo no puede diferenciar si la restricción calórica se debe a una hambruna o simplemente a una dieta a la que usted se ha sometido voluntariamente.
Un estudio reciente demostró una reducción del gasto energético de reposo (GER), o metabolismo basal, después de sólo tres semanas de haber restringido, a la mitad, el consumo de calorías de los participantes. Esta respuesta se conoce como termogénesis adaptativa y se debe a una disminución de las calorías que se queman diariamente en reposo, lo cual podría atenuar la pérdida de peso e incluso contribuir con su aumento, a lo largo del tiempo.
El cuerpo humano gasta la energía a través de varias vías: el gasto energético de reposo (GER) corresponde a la energía que utiliza el organismo para garantizar los procesos vitales como la circulación, la respiración y la que se requiere para digerir, absorber y metabolizar los nutrientes. Otra de las vías de gasto de energía es la actividad física voluntaria que sumada al GER constituye el gasto energético total, la cantidad de kilocalorías que se gastan al día (GET).
Por lo tanto, la pérdida de peso depende del gasto energético total y de factores genéticos y ambientales.
El gasto energético de reposo representa las dos terceras partes del gasto energético total y depende de la edad, sexo, la composición y el tamaño corporal, factores hormonales y el consumo de energía reciente. Cuanta más masa corporal se tiene, se queman más calorías. Los músculos y otros tejidos magros, especialmente los órganos vitales, queman significativamente más calorías en reposo que la grasa.
El otro componente del gasto total de energía depende de la cantidad de calorías que se consumen durante la actividad física en general y representa sólo la tercera parte del total de calorías que se queman al día. Esto incluye el ejercicio físico programado y otras actividades que realizamos diariamente como subir escaleras, pasatiempos activos, jardinería, sexo, ir al supermercado, etc.
Por otra parte, a medida que envejecemos, los cambios hormonales y del metabolismo de las proteínas y, además, la disminución de la actividad física conducen a una pérdida de la masa muscular de aproximadamente 3% por década a partir de los 30 años y un aumento progresivo de la grasa corporal, lo cual reduce el gasto energético total.
En consecuencia, si una persona decide seguir una dieta que reduce radicalmente su ingesta de calorías, está tratando de luchar en contra de mecanismos de adaptación biológicos muy específicos y bien establecidos a lo largo del proceso evolutivo de los seres humanos.
Este tipo de dieta es insostenible, por tanto, lo más probable es que buena parte del peso que se perdió, en las primeras semanas, se recupere al cabo de pocos meses.
Este es uno de los problemas más frecuentes y frustrantes que tienen que afrontar tanto las personas afectadas por problemas de sobrepeso y obesidad como los endocrinólogos, dietistas y nutricionistas encargados de asesorar y ofrecer la dieta más adecuada para cada individuo.
Dra. Berdjouhi Tsouroukdissian
Fuente: http://miradorsalud.com
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