Para alimentar la pasión por correr, una interesante nota del periodista y corresponsal en Nairobi, Javier Triana sobre los días en la tierra del atletismo. En las últimas décadas, el distrito de Eldoret, en el oeste de Kenia, ha alumbrado más medallistas en competiciones internacionales de media y larga distancia que cualquier otro país del mundo, lo que lo convierte en «El Dorado» del atletismo en el país africano.
Nada más salir del aeropuerto, un letrero anuncia con orgullo: «Bienvenido a Eldoret, hogar de los campeones». El corredor de maratón Martin Lel (tres veces ganador en Londres, dos en Nueva York), originario de esta región, aparece dibujado junto al lema, que remata que «sólo los campeones ganan en Londres», ya con la mente puesta en los Juegos Olímpicos que comienzan el próximo mes de julio en la capital británica.
A primera hora de la mañana, cuando el sol aún no gobierna el cielo, los todavía oscuros caminos de Iten -unos pocos kilómetros al norte de la ciudad de Eldoret- se inundan de corredores, cuya presencia sólo delata el ritmo constante de sus pisadas.
«¡Ay! ¡La gente aquí está loca con esto de correr!», ríe Kipboigo, un atleta de 29 años que asegura haber participado en torneos internacionales hasta que una lesión le apartó de las pistas.
A pesar de que ya tiene su rodilla recuperada y de que entrena cada día, reconoce que «la competencia de los jóvenes es muy dura».
Kipboigo afirma que los atletas en ciernes ven este deporte «como una forma de hacer dinero fácil», ya que un corredor que alcance el éxito podría llegar a multiplicar por quince el salario anual de un soldado del Ejército de Kenia como él.
Así pues, no es de extrañar que cientos de jóvenes atletas estén listos, a las seis de la mañana, en los caminos de Iten, a unos 2.400 metros de altitud.
A las siete y media de la mañana, cuando el sol ya luce alto en el cielo, los corredores regresan poco a poco a su punto de salida para realizar estiramientos.
A esa hora, la zona parece haberse despertado por completo, y, además del calor, los fondistas tienen que vérselas con el creciente tráfico, las bicicletas, los carros, los agricultores y las vacas.
Yuma -un atleta preguntado al azar- está empapado en sudor, pero no le tiemblan las piernas mientras comenta que, para empezar el día, ha corrido 30 kilómetros en 1h54, cuando el récord del mundo está en 1h27:38, conseguido por Patrick Makau en Berlín, una ciudad que se eleva pocos metros sobre el nivel del mar.
A un sprint corto del lugar en el que estira Yuma se encuentra el Centro de Entrenamiento en Elevada Altitud de Iten, creado por la plusmarquista keniana nacionalizada holandesa Lornah Kiplagat.
A este centro acuden, de «vacaciones deportivas», corredores de todo el mundo, entre ellos el español Arturo Casado, campeón de Europa de 1.500 metros en 2010, que estuvo allí el año pasado.
«Cuando en Europa hace frío en las zonas elevadas, vienen a entrenar aquí»
Dice a Efe Laureen, corredora en los ratos libres que le deja la gestión del centro.
El diario local Daily Nation se refiere a esta zona como «la Meca de los fondistas», donde «más de 5.000 atletas salen a correr cada mañana y cada tarde».
La misma situación -la de miles de corredores entrenando cada mañana- se repite unos pocos kilómetros al sur de Eldoret, en Kapsabet, donde reside y entrena el actual campeón del mundo de maratón, Abel Kirui.
La tribu kalenjin, que supone poco más de un diez por ciento de la población de Kenia, es la moradora de toda esta zona, y su dominio absoluto en la media y larga distancia se pudo observar, sin ir más lejos, en los podios de los recientes maratones de Londres, Belgrado, Viena o París.
Su autoridad queda reflejada también en el equipo masculino de maratón que viajará a Londres para los Juegos Olímpicos, y que componen Kirui, Moses Mosop y Wilson Kipsang, todos ellos kalenjin.
«Nacer a esa altitud puede influir», dice a Efe Samson Katam, entrenador de la Federación de Atletismo de Kenia, pero se inclina, como receta del éxito de los kalenjin, por el consumo de «mursik», un tipo de leche agria que se mezcla con una planta autóctona y que, asegura, sirve para fortalecer los huesos y blanquear los dientes.
«Es una cultura. Todo el que nace por aquí sabe que es un corredor», afirma.
Kenia, cuyo nombre proviene del monte homónimo, situado en el centro del país, se traduce en varias lenguas locales como «el lugar de los avestruces», así que algo parecen haber heredado sus habitantes del animal más veloz del planeta sobre dos patas.
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Profesor de Educación Física y Licenciado en Alto Rendimiento Deportivo
Coordinador general de los Grupos LT (www.gruposlt.com). Puedes escribirme a:
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