Los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936 pasarán a la historia olímpica como el intento del pueblo alemán por demostrar al mundo su bondad y la fuerza de la clase aria junto al resto de las diferentes etnias de los países del mundo.
Algunas veces los aspectos referentes al deporte eclipsan los políticos y otras veces son los políticos los que oscurecen lo deportivo. Los juegos de Berlín no fueron la excepción y en ellos se podía evidenciar muchos de los ideales de Adolf Hitler. Por un lado, tenemos su lucha racial y por el otro el querer demostrar al mundo la capacidad organizativa de la nueva doctrina nazi.
Uno de los retos del Gobierno alemán era presentar al mundo una delegación de deportistas que ganaran el máximo de medallas y borraran del pódium a los demás atletas de los distintos países y razas que participaban. Era tal el delirio por la raza aria que llegaron al punto de elegir un atleta prototipo: el saltador de longitud Lutz Lang, el cual era considerado un ejemplo de belleza varonil para la juventud alemana.
Sin embargo, Adolf Hitler sufrió la derrota más inesperada que podría imaginarse: Jesse Owens, atleta de origen afro-americano, ganó la prueba del salto de longitud. Fue una de las imágenes que dio la vuelta al mundo. Con una marca de 8.06 metros, Jesse Owens obtuvo el primer lugar, eclipsando a Lutz Lanz.
El hecho de que el primer lugar fuera ocupado por un atleta de color y el segundo por el ídolo y símbolo del nazismo, fue quizá lo que desató la ira incontenible en el “Führer” y lo que motivó, según falsos rumores, que este abandonara el palco para no tener que contemplar semejante humillación.
Pero esto no fue así. Años después, Jesse Owens contó que poco antes de que Hitler abandonara el estadio, el atleta coincidió en uno de los pasillos cercanos al palco con el líder nazi y este le tendió la mano a modo de felicitación por su triunfo. Owens cuenta que, posteriormente, el Gobierno alemán le felicitó por correo.
Por otra parte, el maratón es una de las pruebas que casi siempre tiene un protagonismo especial en cada olimpiada y la de Berlín no estuvo exenta. Algo que causó gran impacto en la historia del maratón y estos juegos, teniendo en cuenta el contexto político, fue que dos coreanos ocuparan dos lugares en el pódium. Cabe destacar que estos solo podían participar oficialmente con el nombre y escudo de Japón.
Esto último se debió a que Corea, desde 1905, era un protectorado del país japonés hasta finales de la Segunda Guerra Mundial. Por ende, no podía enviar una delegación propia y sus atletas debían participar bajo la insignia y bandera japonesa.
El ganador absoluto fue Sohn Kee-Chung, atleta nacido en la ciudad de Pyongyang y que participó como Kitel-Son, el cual era la versión de su nombre según el vocablo japonés. Fue ganador de 10 de los 13 maratones que hubo entre 1933 y 1936, convirtiéndose en una figura adorada por el pueblo coreano.
En el maratón de los juegos en Berlín asombró al mundo entero al ganar la medalla de oro con una plusmarca de 2:29:19, seguido por el atleta inglés Ernest Harper con una marca de 2:31:23. El tercer lugar fue ocupado por el atleta coreano Shoryu Nan con 2:31:42.
El triunfo de estos atletas coreanos les sentó fatal a los dirigentes japoneses, quienes observaron como al sonar el himno japonés en la ceremonia de premiaciones, los dos atletas coreanos permanecieron con la cabeza agachada, sin mirar las banderas japonesas en el momento en que las izaban a modo de protesta por la situación política de su país.
Por tratarse de la prueba más legendaria y clásica del programa olímpico, el gobierno alemán reservó una sorpresa. Junto a la medalla de oro, se entregaría al ganador un auténtico casco griego de la Batalla de Maratón, hallado en las ruinas de Olimpia por el arqueólogo alemán Ernst Curtus.
Este regalo fue bloqueado por un entrenador japonés como castigo por el gesto despectivo de los atletas durante la ceremonia de premiación y el casco quedó guardado en el Museo de Berlín. Cincuenta años después, esta joya de los Juegos de la Antigüedad le fue entregada a Sohn Kee-Chang y actualmente se encuentra en el Museo de Seúl.
En las Olimpiadas de Seúl en 1988, Sohn Kee-Chang era quien llevaba la antorcha encendida para entrar en el estadio con el fuego de Olimpia. Una vez la entregó, lo primero que dijo fue “Y ahora, ¿qué más puedo pedir si mi sueño ya lo he visto realizado? ¿Qué más puedo pedir?”.
Pero aún debía contemplar otra hazaña histórica: la victoria de Hwang Young-Cho en los memorables Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992, sesenta y seis años después de su victoria en Berlín, pero esta vez con la bandera de Corea izada en el mástil más alto del estadio de Montjuic.
Sohn Kee-Chang falleció a la edad de 90 años, en 2002. Actualmente es considerado una de las personalidades más populares de la historia de Corea.
Si deseas conocer más anécdotas y curiosidades de estos juegos olímpicos (Berlín 1936), te invitamos a visitar el blog de Tomás Barris, insigne estrella del atletismo español.
Tomás Barris
Fue el primer atleta español en disponer de un manager deportivo. Su mejor marca la consiguió hacer en su prueba favorita, los 1500 metros lisos, en la ciudad de Turku. Su tiempo fue de 3:41:7, convirtiéndose en la 13ª mejor marca de todos los tiempos.
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